Calidad de Vida y Estrés
Dada la intensidad y rapidez con que suceden los cambios en la época actual, las relaciones con y de las personas y con los objetos han cambiado en forma significativa.
El concepto de estrés ha pasado de ser un término médico a uno coloquial, donde la gente padece de estrés crónico, lo cual es paradójico tomando en cuenta que al estrés en su concepción original se le consideraba como una respuesta fisiológica y psicológica temporal a un estímulo externo o interno. Esta respuesta una vez resuelto el origen se cancelaba y el organismo regresaba a un estado de homeostasis, o dicho de manera entendible, a un estado estable desde el punto de vista biológico y mental, donde todo cambio que preparaban al individuo a luchar o escapar se regularizaba y se regresaba a la “normalidad”.
Abro un paréntesis respecto a “normalidad”, recordemos que éste es un término de origen estadístico, se refiere a lo acciona la mayoría y no toma en cuenta las características y respuestas individuales, así que una persona en particular no forzosamente se ubica en un estado estable, sino en uno percibido por la mayoría como tal.
El concepto de Calidad de Vida es más complejo pues toma en cuenta varios aspectos para entender un estado de bienestar, no sólo de salud, también de capacidad y oportunidad de desarrollo y estabilidad social y económica.
A un nivel simple tomemos la definición de la OMS de las Naciones Unidas, que mide la Calidad de Vida a través del Indicador de Desarrollo Humano, que considera 3 variables: a) esperanza de vida, b) educación y c) PIB per cápita.
Para el hombre o mujer cotidianos, una mejor calidad de vida es cuando sus necesidades están cubiertas y satisfechas, sin caer en el consumismo. Es cuando podemos educar a nuestros hijos y darle un nivel superior al que recibimos, es tener un techo donde dormir y saber que siempre habrá alimento en la alacena.
Revisemos desde el ángulo que mejor les agrade, pero al final se trata de una mera percepción y descartando la visión de los políticos (en y con el poder) que siempre verán un avance, la calidad de vida de los individuos, visto como seres particulares y no como una masa, se ha visto disminuida en forma ostensible.
Varios gobiernos ha dictado normas y regulaciones a nivel laboral con el objeto de aminorar el suceso, pero sólo han logrado complicar e incentivar a las Organizaciones para mejorar las condiciones laborales, lo cual es loable, pero no resuelve el problema, pues la raíz de éste radica a nivel del individuo y no en el colectivo.
El fenómeno definido como “millennials” es quizá la respuesta más evidente y palpable de los individuos tratando de que se les reconozca como tales.
Las empresas los ven como una generación “sin futuro”, pues el concepto de pensiones, antigüedad, estabilidad y lealtad laboral han perdido relevancia para ellos.
Esta generación busca tener la oportunidad de disfrutar su vida y ha roto con paradigmas que se apoyaban en un comportamiento social que ha perdido sustentabilidad.
Las nuevas generaciones que han tenido la posibilidad económica y social han emigrado, alimentando con su talento y su hambre de hacer las cosas “rápido” a organizaciones globales capaces de adaptarse y de generar cambios en la forma de relacionarse.
Los que no han emigrado, no se ha conformado, y han creado nuevas empresas con responsabilidad social, muchas de ellas desaparecen al mediano plazo, no forzosamente víctimas del fracaso, sino que modifican su objetivo y visión, pues sus fundadores siguen generando nuevos sueños.
Las generaciones que los han precedido los ven atemorizados, pues en aras de mantener “su calidad de vida” han aceptado una situación que los mantiene con un nivel de estrés permanente, atemorizados por perder sus empleos, sus pensiones, sus beneficios, y en el peor de los casos, por no tener y poder encontrar empleo. Sacrificaron sus sueños en aras de una estabilidad, que tarde en su vida descubren que no existe, pues las empresas actuales no garantizan estabilidad, y tampoco lealtad hacia sus empleados y directivos.
Las nuevas generaciones por su parte viven persiguiendo las inyecciones de adrenalina, que desde luego son el resultado de un estrés, pero en su caso se genera por los deseos de ver sus sueños realizarse y el fracaso es la prima parte del aprendizaje. (Fail= first attempt in learning).
El talento radica no en la capacidad de adquirir nuevos conocimientos, sino de saber adaptarse a los cambios, repentinos en muchos casos, teniendo la capacidad de improvisar, no en forma desordenada, sino basados en una planeación y consistencia en alcanzar un sueño y la mejor noticia es que todos podemos soñar, no importando a que generación se pertenezca.
La constancia y repetición son obligadas, al igual que la resistencia a la frustración y la capacidad de trabajar bajo presión de los resultados, la escasez de recursos y sobretodo de tiempo.
Cuando revisaba bibliografía me encontré que varios autores clasificaban el estrés en bueno y malo.
Pues bien, el estrés malo será siempre consecuencia de las malas condiciones sociales, económicas, laborales, personales, etc. Y el resultado será al final la muerte repentina, en el mejor de los casos, por un infarto al miocardio; o enfermedades crónicas como la hipertensión, la colitis nerviosa; o bien la muerte lenta por alcoholismo y otras adicciones; o simplemente una vida atormentada por una serie de divorcios, si se tiene la capacidad económica, o de malas relaciones maritales y alejamiento en la familia.
El estrés bueno es aquel que se obtiene por buscar un sueño, por no aceptar las condiciones vigentes y buscar mejorarlas, por no esperar que la sociedad dictamine el futuro. La muerte también será inevitable, pero posiblemente al final podrá hacerlo bajo la satisfacción tan poco entendida del adicto a la adrenalina.
En mi caso me ha permitido regresar a mis orígenes de terapeuta, que trata de aminorar el dolor de la depresión de los pacientes que buscan consuelo y una razón para justificarse al final de su maltratada vida al ayudarles a reinventarse, buscando dejar viejos paradigmas sociales, para crear los propios.
El pensar que se “es viejo” para recomenzar es sin duda el lastre más pesado, y abandonar la mal llamada zona de confort es aterrador, pero lo es más el pensar que tenemos años por delante y la situación no mejorará porque no se hacer algo al despertar de una pesadilla que se repite noche tras noche.
Los millennials y todos aquellos que han decido recomenzar no están arriesgando su futuro, están luchando en un presente, y no por un futuro que no ha llegado y que, desde un punto de vista muy pragmático, no llegará, pues primero hay que vivir el presente y para algunos hay que sobrevivirlo.